lunes, 6 de enero de 2014

Entrevista

Álvaro Mazarrasa, líder del grupo Dadá

“Perseguir los sueños mola más que conseguirlos”


                                      Álvaro Mazarrasa. CLARA SALVADOR

Tiene 36 años y una hija de cuatro meses con Pato, una de las coristas del grupo. Nacío en Madrid, se crió en Bilbao y Zaragoza es su hogar desde hace 11 años: “Comprendí el surrealismo cuando vine aquí. El humor de Zaragoza es diferente, entiendo que Buñuel naciera en esta tierra.”

 
Lo vuestro es más un circo que otra cosa… 
Sí, totalmente. Introducir la parte teatral te abre a un montón de cosas; y encima estos, que son muy inquietos y están todo el día creando como Ferran Adrià, pues…

Habréis hecho de todo.

Hemos hecho desde cosas en la calle, con unos amplis a la espalda; hasta conciertos en la Multiusos, con todo a lo grande. Cuando llevamos el gran cabaret, lo mismo viene una batucada, grupos… y nos juntamos ahí 80 o 90 artistas. Hemos traído hasta cabezudos.

¿Por qué os desnudáis en el escenario?

Bueno, tú llegas a un concierto y hay gente que no te conoce. Desde el principio hasta el final, como en cualquier relación, lo que haces es ir conociéndote un poquito. Cuando te presentan a alguien poco a poco te vas quitando capas hasta que llegas a tener una amistad. Nosotros lo que tratamos de hacer en el bolo es eso, que la gente poco a poco se vaya sintiendo más a gusto.

Lo de ser hombre y comprar lencería…

En Huesca las señoras alucinaban. Pedías unas medias y te preguntaban “¿cómo las quieres?” Y yo, “pues como para mí…” Y se morían de risa. También les sorprende que sepas: “Las quiero con silicona, con liguero…” A veces ni digo que son para mí.

¿Es difícil desnudarse?

No lo sé… me parece gracioso. En el momento concreto de desnudarse es una risa, te lo quitas todo y notas una cosa en el público que… ¡bua! Pero lo que me parece más complicado es desnudarse emocionalmente, hacer una canción en la que de verdad hablas de cosas tuyas, que te tocan, y atreverte a contarlo. Eso a mí me da mucha más vergüenza a que me vean las lorzas.

Y tú, ¿sueles desnudarte emocionalmente?

Es lo que intentamos, y yo creo que en parte lo conseguimos, porque la gente se engancha. Otros lo que hacen es imitar algo que han visto, y aunque vayan menos disfrazados que nosotros, al final lo que están haciendo es una copia exacta de artistas que han oído. A mí eso me gusta menos.

¿Lo más raro que os haya pasado…?

Una vez, después de actuar en un pueblo, llega la concejala de cultura y nos dice: “Oye, muy bien, nos ha gustado mucho, porque en este pueblo siempre estamos programando música y bueno, también hay que programar cosas como la vuestra”. (ríe)

Bueno, quizá se refería a que lo vuestro no es un espectáculo al uso, ¿no?

Puede ser, pero le quedó como… ¿perdona?

¿Seguís con la filosofía de que cada uno pague lo que cree que vale la actuación?

Antes sí, pero este año hemos cambiado un poco. Para la gente esto es muy nuevo, y hasta que consigues que se responsabilicen, hay quien no lo asume. Algunos te echan 20 euros y otros te echan un botón…

Hay que tener narices para echar un botón…

Claro, la filosofía está, pero no siempre la puedes llevar adelante. Aun así, siempre intentamos que los precios sean baratos para que venga mucha gente.

Además, en vuestra web se pueden descargar gratis vuestras canciones.

Creemos que el mundo del disco como tal se ha acabado. Y a nosotros lo que nos importa, más que ganar dinero, es que la gente escuche las canciones y luego venga a vernos a las actuaciones.

¿Crees que a veces es excesivo el precio de las entradas?

Antes parte de los gastos los cubrían los ayuntamientos, pero ahora si quieres pagar una cosa mínima a todo el mundo que viene a trabajar, al final sumas y dices ¡joder! El cabaret, que vale cinco euros, realmente habría que venderlo a 25 para pagar dignamente a todos los que intervienen.

Entonces, ¿cómo cubrís vuestros gastos?

Así nos va, ¿verdad? (ríe) La gente tiene que convencerse de que los 10 euros que cuesta pasar un rato genial, bailando, te los gastas en una semana en cafés. Pero en España no tenemos ese concepto. Sin embargo, sin música tampoco se puede vivir. En los sitios más jodidos, con hambres, sequías, guerras... la gente canta más. ¿Cómo no vas a cantar? ¿Cómo no te vas a reír?

¿Aspiras a vivir algún día de la música?

Peleamos por eso. Pero perseguir los sueños mola más que conseguirlos. No es que no los quiera conseguir, eh, pero… cuando tienes un sueño, tienes un punto hacia el que ir, vas caminando. Sin embargo, cuando llegas, dices ¿ahora qué hago? Esto es una etapa, no sé si vamos a estar toda la vida con ligueros o si tocaremos música tradicional afgana. Pero, ¿seguir haciendo música? Seguro.

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